14 de Marzo de 2018

Llegué a Santiago el día 8 y con intención de marchar para Fisterra el 11. Esa era la intención y lo que había reservado, contando que Correos debía entregarme mis mochilas para el gran viaje el día 9 en Santiago. Pero por un error de ellos mis mochilas fueron a A Coruña y no llegaron a Santiago hasta el lunes 12. Ese error me supuso 3 noches extras y 5 días de seguir con la poca ropa que tenía para el camino, y lo más importante, sin el portátil ni la cámara para terminar un trabajo urgente. Esos días los pasé recorriendo el casco antiguo, con los amigos que hice en el camino y reclamando mis mochilas.

El casco antiguo es todo piedra, calles y edificios de otra época.

Me recuerda mucho a Edimburgo. Aquí la vida no se detiene por que llueva. Aunque aquí veo que los paraguas inundan la ciudad y allí recuerdo que me decían que era una forma de distinguir a los turistas.

Hoy, por fin, puedo salir de esta ciudad, que aunque y pese a la lluvia constante, su gente agradable, su comida y el fantástico centro histórico, ya he tenido suficiente por una larga temporada de esta ciudad y necesito seguir viajando.

Ahora me dirijo a Fisterra, el fin de la tierra conocida en la época de los romanos. Y como no podía ser de otra manera parece que un temporal de lluvia y viento será mi compañero en la visita.

Pierdo el autobús de las 10am y me toca esperar 3 horas al siguiente. Todo el trayecto de Santiago a Fisterra dura casi 3 horas pero por suerte es bonito y se hace ameno y con más suerte a mi llegada deja de llover y me da tiempo a ir en taxi al faro para hacer unas fotos con la última luz y esperar un atardecer que tapan las nubes.Hoy no han llegado pelegrinos a Fisterra y practicamente estoy solo. La vuelta la hago a pie mientras se hace de noche completamente.

Mañana tengo que aprovechar la mañana antes de volver a Santiago y seguidamente cambiar de país.