20 de Noviembre de 2018

No sabía nada de Koh Lanta hasta la que la nombró Hector y como me gustó lo que contó (una isla tranquila) y no me gustó lo que leí y escuche por otros viajeros sobre Phuket (una playa de desfase continuo) pensé que sería más divertido intentar coincidir otra vez con Hector en esa isla.

Llegué yo antes a la isla que Hector y me fui a ver una cabaña que reservamos para los dos muy económica a 10 minutos andando de la playa. Después de buscar un lugar para comer y descansar un poco fuimos a caminar por la playa y ver atardecer. Los locales a pie de playa estaban muy tranquilos, apenas había gente aquí. Por la noche llovió, llovió como si se estuviera rompiendo el cielo con tanta agua y relampagos.

Aquí los días iban a transcurrir básicamente muy tranquilos. El día siguiente fue más o menos lo mismos pero alargamos un poco más la noche. En el bar donde estuvimos tomando mojitos mientras veíamos el atardecer tenían de mascota un hurón encerrado bajo el local (está elevado sobre la arena), una red alrededor de todo el piso hacía de jaula pero a el le gustaba escaparse. Una oferta de un atún a la brasa a un muy buen precio nos tentó demasiado como para no tener una buena cena.

Otro día más de paseo y tranquilidad, hoy andamos hacia el lado izquierdo hasta que se terminó la playa. Unos barcos estaban barados aquí mientras unos niño se divertían a lo grande jugando en el agua con un trozo de corcho.

Creo que desde que me quedé sin cámara este es uno de los momentos que más me hubiera gustado tenerla para fotografiar tal felicidad. El día terminó como de costumbre, sufriendo en la playa con unos mojitos.

Los días no habían estado muy soleados que digamos pero hoy ya decidimos alquilar una moto entre los dos y salir a darle la vuelta a la isla. Tras regatear un poco con un agente al que Hector también le compro su billete de barco empezamos nuestra ruta. La primera para era el muelle de Saladar, dónde llegan los barcos. Aquí hay una comunidad de gitanos de mar y tenemos curiosidad. Para llegar hay que cruzar un puente decorado con banderola de colores.

Al acercarnos empezamos a ver las primeras casas muy modestas a orillas y sobre del mar. Nos llama la atención unas mujeres cantando karaoke y nos acercamos. 3 mujeres y sus hijos, las alegres mujeres cantan y beben un licor que habrán fabricado ellos. Nos invitan a beber y hacernos unas fotos. No pierden la oportunidad de hacer el gesto de pedir dinero pero nos hacemos los locos y seguimos andando hasta el final de la comunidad. Fue una visita muy curiosa y autentica.

De la comunidad gitana seguimos la carretera ya por el otro lado de la isla y pasamos por Koh Lanta Old town, un pueblecito muy turístico y bonito pegado al mar, no es difícil al ser una isla pequeña…

De ahí pasamos también por un parque turístico con minigolf, no jugamos porque estaba cerrado al ser temporada baja. Luego seguimos la carretera y paramos en un restaurante a comer antes de seguir el camino.

Tras un buen rato en la moto vimos una pequeña isla cerca a la costa y que estaba conectada por un camino que seguro desaparece al subir la marea, pero ahora esta baja y nos arriesgamos a ir sin saber cuando sube la marea. Muy interesante! un hombre intenta pescar algo con una red. Nos dice que hay poca pesca hoy. Esta quieto y se mueve cuando nota algo en el agua. No parece tener suerte y nosotros avanzamos un poco más. El suelo esta lleno de conchas, coral y caracolas, si me dedicara a hacer collares esto sería un tesoro! Encontramos varias caracolas grandes que Hector se llevará de recuerdo y al darnos cuenta que la marea ha subido y el camino está apunto de desaparecer nos damos prisa. Nos tenemos que descalzar porque el agua ya cubre todo pero el camino de piedra corta y tenemos que ir con mucho cuidado.y tenemos que dar media vuelta porque en esta punta de la isla hay un parque natura y no hay camino que lo cruce y conecte con el otro lado.

Ya se hizo tarde y amenaza lluvia y es hora de volver al hostel. Al día siguiente alquilamos la moto otra vez solo para unas horas y llegamos al final de la carretera por nuestro lado de la isla. Aquí hay un hostel muy interesante y con playa casi privada pero demasiado alejado de todo. A la ida y la vuelta pasamos por varias playas geniales!

Una playa no lejos de la nuestra pertenece a otro pueblo y tiene mucho hotel y alojamiento y nos damos cuenta que nos alojamos en la playa equivocada. La nuestra esta llena de piedras que hace un poco incomodo el pasear y bañarse pero esta nada! y con gente jugando a voley! Aunque también es mucho más caro.

Ya de vuelta y devolver la moto casualidades de la vida pasamos por nuestro restaurante de siempre y nos encontramos a los amigos de Luisa. Hablamos un rato y nosotros volvemos al hostel.

En nuestra última noche nos damos otro homenaje cenando atún y después volemos a ir a los xiringuitos de la playa a uno con espectáculo de fuego.

Por suerte me junté con Hector porque si no me hubiera aburrido bastante aquí.