8 de Noviembre de 2018

Lo que pasa en Pai se queda en Pai. Se terminó el post…

 

 

 

Coincidencias de la vida. El señor Hector estaba por Tailandia, camino a Chiang Mai para ir a Pai. Así que le esperé que llegara, que consiguiéramos cambiar su reserva de hostel y nos alquilamos unas motos para irnos unos días hasta Pai. Un pueblo del que no mucha gente habla, por suerte, pero los que hablan de el, hablan muy bien. Es un pueblo pequeño en las montañas, medio hippie (con todo lo que eso conlleva), donde la gente tiene buena actitud siempre, un mercadillo nocturno, fiesta por la noche y por el día visitar cataratas, otras poblaciones, cuevas, carreteras que recorrer en moto, … veamos a ver si es cierto todo lo que dicen.

Llenamos los depósitos y salimos de Chiang Mai en nuestras motos dirección a Pai. Son unas 6 horas en moto. La primera hora no es especialmente bonita. En la autopista un control de policía estratégicamente colocado para parar a todos los motoristas, especialmente si parecen extranjeros. Nos parar y nos piden los carnets internacionales de conducir que con una sonrisa mostramos los 2, no nos pillarán a nosotros. A los pocos segundos paran a una pareja de extranjeros, el policía vuelve a nosotros, le pide la licencia a Hector y se la enseña a los otros motoristas, y nosotros sonreímos triunfantes y seguimos nuestro camino.

Cuando llegamos a las montañas empieza la diversión. Sinuosas carreteras que van pasando por verdes bosques y valles. Aún nos faltan 20+ kilómetros para llegar y las luces de reserva ya llevan un rato encendidas. Llegamos a un mirador donde hay tiendas de comida que también venden gasolina a unos precios tan caros que tras pensarlo un poco decidimos que no pensamos dejarnos timar de esa forma y nos arriesgamos a llegar con lo que tenemos. La aventura nos salió bien y llegamos justos al pueblo. Ahora toca decidir donde alojarse y optamos por uno que que en la descripción en booking parece divertido pero al llegar somos los únicos en el hostel. Nos cambiamos y salimos a comer un padthai por la calle de los restaurantes, volvemos al hostel a descansar. Volvemos al cañon a ver la puesta de sol y por la noche salimos al mercadillo nocturno.

Nos encanta, una calle llena de puestecitos de comida buena, bonita y a buen precio. Los puestecitos de sushi me pierden. Pese a estar cansados aguantamos a ver si se animan los bares y empieza una de esas fiestas locas. Pasan las horas y no pasa nada. Mañana será otro día.

Al día siguiente cuando estaba guardando las cosas en la taquilla, guardé también las llaves del candado, algo que me di cuenta después de cerrar. Un trabajador vino con una radial y lo corto en un segundo y yo tuve que comprar otro. Hoy nos espera excursión en moto. La primera parada es el gran buda blanco que hay en el pueblo.

Después nos dirigimos a una granja an la que hace unos años la tierra se hundió creando un curioso efecto y que ahora está abierto para el turista por una pequeña voluntad para ayudar a los dueños.

Y por fin llegamos a este pueblito que cultiva arroz con unas largas pasarela de bambú que van por encima de los arrozales. Un paisaje que me pareció muy bonito.

Seguimos una de las pasarelas que según maps.me termina en un templo, al llegar la puerta estaba cerrada pero vimos que había un camino que salía del arrozal hacia una carretera y decidimos seguirlo hasta el templo, pasamos la puerta y estando dentro vimos 3 monjes que venían por la pasarela y abrían la puerta, no estábamos seguros si era correcto que estuviéramos dentro, pero los monjes pasaron a nuestro lado y nos saludaron.

Y con curiosidad decidimos seguirlos a ver hacia donde iban. Estaba oscureciendo pero el bosque parecía muy bonito, los monjes tenían una casa de madera que ya quisiera yo tener algo así en semejante lugar.

Como ya empezaba a oscurecer nos dimos prisa en volver a las motos y hacer el camino de vuelta. Y por la noche, hoy sí, tocaba buscar algo de movimiento y unas cervezas. Cenar en la calle y comprar la cerveza en el super es nuestra rutina favorita aquí. Y hoy ya empezamos a ver el ambiente que me habían contado, uno de los bares estaba lleno de gente, bastante alegre. Entre toda la gente hicimos grupo con 2 españolas que estaban debatiendo si pedir una cerveza grande o pequeña. Como nos cayeron tan bien quedamos al día siguiente para ir a unas termas que hay a varios kilómetros.

En los 2 días que llevábamos en el hostel no vimos el más mínimo movimiento interesante de gente y decidimos cambiar a otro, aunque justo hoy por la mañana parece que se empezaba a animar nos hicimos la ilusión de ir a uno que tiene piscina, cuando llegamos y vimos que la piscina estaba muy sucia empezamos a mirar más por booking. La verdad que ninguno nos convencía y una chica argentina que conocimos la noche anterior nos recomendó el hostel donde se estaba alojando ella y por fin encontramos uno que nos gustó, con piscinita incluida.

Ya medio día compramos algo de comer para llevar y pusimos rumbo a las termas, un poco lejos esta pero por aquí cualquier carretera en moto tiene encanto. Una vez llegados y pagados los tickets por moto, por entrar y por bañarse entramos y … pues están calentitas pero poco más. Y con el día hecho toca volver y cenar en nuestra calle favorita.

Hector y yo invitamos a la argentina a que se uniera a nosotros pero en el grupo había otro chico argentino con el que tuvo algún lío amoroso que terminó mal y se marcho sin decir nada de una forma un poco fea. El resto del grupo seguimos con nuestra ruta de la comida callejera y las cervezas.

El día siguiente amaneció de resaca y siguió como el resto, visita a la calle de la comida y cervezas. Los argentinos creen que la medicina es el mal y que todo se cura con agua y 4 hiervas, a la chica no se le ocurre otra cosa que decir que el cáncer de la mujer de Hector es por algo que hay en un mente y otras mierdas y que con hiervas y ayahuasca mejorará… No escribiré lo que pienso de eso. Hoy es el último día de las malagueñas pero hay menos ganas de fiesta y termina más tranquilo, uno billares y una vuelta.

Para nuestro último día Hector y yo decidimos ir a las cuevas Lod. Nos perdimos varias veces en el camino y en una de esas fuimos a dar con un control de policía anti drogas. En esta zona hay plantaciones dicen… A mi apenas me miran de lejos pero con Hector se esmeran más ¿tiene pinta de hippie 😀 ?. Tras ver que somos chicos sanos y que no tenemos nada seguimos. Al poco Hector quiere parar a revisar la moto, hay quien dice que en algunos controles te ponen drogas para pillarte en un segundo control y que tengas que sobornar a la policía. Tras ver que no tiene nada seguimos y tras un largo camino llegamos a las cuevas. La entrada va en grupos de 3, por lo que es mejor ser 3 o sale muy cara. A nosotros se unió una chica extranjera de un grupo de 4. Las chicas hablaban solo entre ellas y poca amistad pudimos hacer. Pero las cuevas impresionantes!

En el camino de vuelta pasamos por una extraña noria manual donde un grupo de estudiantes se divertía. Para terminar nuestro último día fuimos a ver un espectáculo de fuego. Es un pueblo hippie! esto es de lo más normal aquí junto a gente que parece Shaggy.

Me encantó este pueblito, sus alrededores y el ambiente que se vive en el. A Hector aún le gustó más. Voy a echar de menos a este compañero de viaje que enseguida te hace reír y se apunta a un bombardeo, si no es el que lo monta!